Del sitio Web PHRONESIS (www.elartedesabervivir.com) hemos extraído este artículo que nos enseña cómo ser los buenos padres que queremos ser. Dejemos que la psicóloga infantil Marcela Monte nos los explique con lujo de detalles:
MI HIJO ES UNA PERSONA Y YO NO ME HABÍA DADO CUENTA
Con alegría y optimismo observo que son cada vez más los padres y las madres que se interesan por criar con calidad, descubriendo que cuando no logran enseñar lo que realmente quieren, es por sus contradicciones, que llevan al agotamiento: a ellos mismos – repitiendo insistentemente órdenes –, al niño – quien oye padres que constantemente emiten órdenes y exigen obediencia –, y a la relación entre ambos – que se deteriora y los aleja como si fuese el único destino posible –.
“Lo que queremos para nuestra hija es que sea feliz, que encuentre su vocación, que tenga seguridad, que sepa elegir a su pareja, que se desenvuelva con autonomía, que tenga independencia económica. Deseamos estos resultados, y sin darnos cuenta accionamos en el sentido contrario, es decir, hacemos cosas en forma automática, y muchas veces, repetimos estilos y modos sin cuestionarlos”.
“Lo que deseo para mi hijo es que sea buena persona, que tenga muchos amigos, que disfrute de viajar y conocer gente y también de estar solo, que ame a una gran mujer, que sea innovador y creativo. Así es el hijo que quiero criar, y me descubro a mí mismo exigiéndole que se comporte de manera sumisa ante mis pedidos, complaciente ante situaciones sociales, obediente ante mis órdenes. Pretendo que aprenda a partir de mis conocimientos, y me enfado si comete errores cuando experimenta haciendo. Quizás no estoy permitiendo que ejercite lo que yo pretendo, sino que lo deseo como un asunto ya terminado.”
La sensación de fracaso invade a los padres, pues los hijos no obedecen ni hacen lo que el adulto cree conveniente, y también a los niños, quienes se sienten incomprendidos en su manera de ser.
Los adultos se percatan de que cuando dan una orden y pretenden obediencia, habitualmente están pensando en ellos mismos, más que en el hijo: Apurarse para optimizar sus tiempos, acelerar las tareas para pasar a otra actividad, no perder tiempo en los aprendizajes que pueden resolver de manera inmediata. Algunas veces la atención también se centra en los niños, y suelen aparecer culpas por la escasez de los tiempos compartidos, entonces se busca complacer a los niños, concurriendo al centro comercial para entretenerse, comprar, comer, y volver a casa (y suele ocultarse aquí la posibilidad de hacer alguna compra para el adulto también, pues él mismo suele sentirse desplazado de su propia atención).
Aún con buenas intenciones, aparecen las contradicciones.
El principal motivo para actuar así suele ser el menor esfuerzo. La energía disponible para la labor de la crianza, muchas veces llega disminuida, y resultaría más cómodo que el niño se comportara de la manera deseada en el fondo: ciertamente y aunque suene fuerte, anulándolo como persona. Pretender que el hijo simplemente acate y obedezca; y si actúa de manera contraria, mostrar mi autoridad castigando su “rebeldía”.
¡Hay buenas noticias! Un simple cambio de perspectiva puede ser la salida a esta incómoda situación:
El niño es una persona, que posee sus propios y particulares pensamientos, y experimenta sus propias emociones y sentimientos. Con cada experiencia y basado en su punto de vista puede crear su exclusiva opinión, expresar sus emociones de diferentes maneras, plantear desacuerdos y cuestionar aquello que le resulte incoherente, molesto o incómodo.
Cuando yo pienso a un niño así, se transforma en un ser enorme y complejo. Ya no me siento con la autoridad para dar órdenes simplemente por ser el adulto, sino que me invita a comunicarme de manera respetuosa y clara, a conocer mejor a esta persona, para saber qué es lo que piensa y siente, y cuáles son sus más genuinos intereses. De esta manera, yo podría saber qué planes y propuestas apetecibles puedo invitar, y cómo lo puedo consolar cuando se frustra porque las cosas no son de la manera que él o ella quisiera.
Asimismo, entiendo que una mejora básica en mis propuestas, explicando con claridad y términos apropiados mis razones, mi punto de vista y mis intereses, animan a su colaboración.
Cada niño es un ser único y especial, y quiero dejar claramente planteado el hecho de que considerar sus deseos y particularidades no implica restar la responsabilidad adulta en la crianza, sino muy por el contrario, nos compromete a una educación donde activamente enseño a los pequeños los valores que considero importantes. Ello implica realizar actividades conjuntas donde yo demuestre esos valores (por ejemplo, una acción solidaria para enseñar la solidaridad).
Queda en claro entonces, que es un tipo de crianza más trabajosa, pues hay que lograr motivar en lugar de mandar, y los resultados estarán a la vista con la fuerza y la permanencia de los aprendizajes bien arraigados y con un gran sentido para el resto de la vida.
#5: PADRES REALES CRIANDO HIJOS REALES