Cuenta la historia que en 1814, el pintor y grabador japonés Hokusai Katsushika combinó los términos “man” (informal) y “ga” (dibujo) para definir las historias gráficas que contaba a través de trazos sobre pergaminos. Eran bosquejos rápidos que transmitían una idea. Dibujos informales. “Man-ga”.
Fue el origen de los cómics o historietas japonesas, conocidas como mangas y que se han popularizado en todo el mundo, cuenta el ilustrador y publicista Moisés Vargas, un entusiasta simpatizante de este arte gráfico.
El manga, cuenta Vargas, tomó fuerza realmente en el siglo XX y se internacionalizó gracias a los animes o series televisivas animadas basadas en las historias de un manga.
Mazinger Z fue uno de los primeros animes exitosos que llegó a América y marcó el camino para otras propuestas muy populares como Dragon Ball, Sailor Moon, Pokemon y, más recientemente, Naruto o One Peace.
Ahora, en pleno auge de internet y la comunicación digital, en Panamá ya no se conforman con ver animes o leer los mangas, apunta Vargas. Hay artistas que han desarrollado propuestas al estilo manga, al punto que las publican ya sea en formatos físicos o digitales.
Es el caso de Mercenary Bloodline de Álvaro Urrutia, primer panameño que publica un manga en formato impreso, y en formato digital están Alien Defender Maky, de Santiago Araúz, y Blueprint, de Albert Weand, Heriberto Pinzón e Indir Pereira.
Además, en Panamá funciona desde hace dos años la primera escuela de manga dirigida por Vargas.
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